viernes, 28 de enero de 2011

Denali National Park. Alaska (Parte II)



Se suponía que una de las grandes atracciones del parque era ver osos. Nunca había visto osos en libertad y me hacía ilusión. A la mitad del camino y con el conductor en plan estelar para rellenar la visita lo vimos…

Era un oso Grizzly enorme…a 500 metros. Bien podía haber sido un perro muy peludo porque a esa distancia se adivinaba más que veía.
Pero una vez más, el conductor estaba preparado. En la parte delantera había una pequeña televisión de unas 20 pulgadas. El tenía un joystick para manejar una cámara situada en el techo del autobús. Cuando le consiguió localizar con el aparato, puso el zoom a todo lo que daba y enfocó…y ese fue el único oso que vi en Alaska.

Probablemente Alaska es mi estado favorito de EEUU y este detalle es el único punto negro.

A estas alturas de excursión el murmullo desaprobatorio entre la gente era evidente.
Cuando el conductor dijo: “Que suerte han tenido, ya hemos visto un oso, muchos días no tenemos esa suerte”…los murmullos competían en volumen con el motor del autobús.

Apaciguados los ánimos proseguimos el camino por la carretera de arena que cada vez tenia más baches y más barro. La idea era ir hasta un lugar elevado para poder contemplar el maravilloso monte Mckinley. A lo lejos, el monte iba desapareciendo entre negros nubarrones.
Nuestro vehículo avanzaba cada vez más lento por una constante y tortuosa pendiente y nos paramos. El conductor comentó que podía seguir pero si llegábamos a aquel punto estelar del parque, tal y como estaba el cielo, quizá no podríamos volver en muchas horas.
Más decepción.

Nuestro conductor-guía aparcó en una pequeña explanada para que repusiésemos fuerzas. Ya nos habíamos comido el bocadillo y la fruta que se incluía en el trayecto y nos dieron un paquetito de galletas y a elegir: O sobre de café o sobre de cacao.
Elegí cacao. Para poder disfrutarlo había que apearse. El frío ambiental era ya gélido.
Mientras estábamos en una desordenada cola me picaba la curiosidad saber de donde obtendríamos el agua caliente.
Admito que rara vez viajo en autobús por lo que esto me cogió de nuevas.
El amigo conductor abrió una portezuela no mayor que la de un microondas en el lateral del autobús. Entre piezas metálicas y manguitos (conectados) extrajo un grifo medio roñoso y ¡e voilà!, ya teníamos agua caliente. No quise saber de donde venia el agua o si compartía depósito con los limpiaparabrisas, me bebí el cacao y me entonó el cuerpo, que es lo que importa.

Cansados y enfadados llegamos a la salida mirando con desgana las cabras que deambulaban distraidamente por el campo. Eran las 13:00 pero tenía la impresión de haber estado todo el día levantado.

Harley Davidson Store en
los lugares más insospechados

Cogí el coche y me dirigí al pueblo más cercano a comprarme mi menú tipo para estomago revuelto: Smoked Ham (jamón cocido ligeramente ahumado), una manzana y un zumo Minute Maid cranberry apple.

Diluviaba con ganas y quien me conoce sabe que adoro conducir con lluvia y cuanto más fuerte mejor, así que en la vuelta me lo pasé más feliz que un regaliz.
Me metí en la cama y excepto las dos veces que me desperté unos minutos para probar bocado, dormí hasta la mañana siguiente.

Quizá todo influyó un poco pero el famoso parque me pareció mediocre. Eso si, disfruto mucho recordando aquella jornada.

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