Tercera y última parte del “especial” sobre Niágara; Hoy me centraré en el pueblo.
Lo primero que debo hacer es dar un consejo a futuros viajeros; El alojamiento hay que cogerlo en la parte canadiense por dos razones: Es la que mejores vistas tiene y el pueblo posee numerosos restaurantes, atracciones y tiendas; La parte americana da la impresión de estar desangelada y sin vida.
Después de cruzar la frontera me dirigí a mi alojamiento. En esta ocasión y dado que iba a estar dos días, quería algo bueno y tranquilo. Opté por un Bed & Breakfast llamado Eastwood Lodge. La mayoría de los B&B son una excelente opción para alojarse ya que los anfitriones se suelen volcar con el huésped para ayudarle en todo lo posible. Suelen ser más caros que un hotel normal y más baratos que uno de lujo, más o menos cuestan entre 100 y 200 dólares la noche.
Tenía aparcamiento propio gratis y según me bajé del coche la dueña, Joanne, me recibió alegremente hablando perfectamente español. (También dominaba el alemán aparte del inglés, por supuesto). Como me había cambiado la ropa minutos antes no di la impresión de haberme caído a la piscina del vecino.
La casa era muy bonita y tenía dos plantas y un cuidado jardín. Cuando dejé el equipaje, Joanne me detalló que es lo que debía de ver, a que horas etc.
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Niágara Parkway |
Como estaba a 2,5 Km. de la catarata cogí el coche para dar mi primer vistazo a la zona canadiense.
Circulando por la Niágara parkway, una bonita avenida arbolada que lleva hasta la catarata empecé a buscar aparcamiento. Es francamente complicado aparcar en las calles del pueblo debido a los numerosos coches y además casi todo son zonas de pago.
Aquí viene el segundo consejo: Hay un parking a unos 300 metros de la gran catarata y es evidentemente el más famoso. Tras aguardar unos 10 minutos dejé el coche y aunque en Internet dicen que cuesta 10$ yo aseguraría que fueron 15 o 20$. Pagué la novatada.
En la calle paralela subiendo una pronunciada pendiente está el Fallsview casino Resort donde puedes dejar el coche el tiempo que quieras por 5$ independientemente de que seas huésped o vayas o no a jugar al casino.
Está a unos 500 metros de la catarata y salvo esa pendiente “Mortirolo” de unos 150 metros me parece la opción más acertada salvo que uno tenga movilidad reducida.
Cene, vi los fuegos artificiales y decidí explorar el pueblo. Hay dos zonas de diversión bien diferenciadas, la que está en frente de la catarata que cuenta con casinos, restaurantes y discotecas y otra a 1 kilómetro (frente al Rainbow Bridge) con Noria, restaurantes, muchas tiendas de ropa y restaurantes. Recorrí ambas, jugué un poco al Black Jack, y me tomé una copa en una discoteca cuyo nombre no recuerdo.
Me fui a dormir y no me costó coger el sueño porque como ya he dicho elegí un barrio tranquilo.
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Niágara on the Lake |
A la mañana siguiente, Joanne volvió a ejercer de buena anfitriona en el desayuno. Había una pareja americana, una alemana y nos estuvo involucrando a todos en diversas conversaciones. La crisis fue una de ellas.
Siguiendo sus recomendaciones partí hacia Niágara on the Lake, un pueblo a unos 20 kilómetros en la orilla del lago Ontario. El pueblo en sí no destaca por nada en especial pero tiene unas magnificas vistas y las edificaciones son bastante bonitas, pero lo recomiendo sobre todo porque el camino hasta allí discurre entre viñedos y fabulosas casas. En muchos de esos viñedos se ofrecen catas. Como bonus se puede hacer una breve parada para ver un inmenso reloj floral.
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Torre Skylon |
De vuelta fuí directo a la torre Skylon. Personalmente creo que desde allí se toman las mejores fotos de las cataratas. Subes por unos ascensores exteriores amarillos y el observatorio está a unos 240 metros sobre las cataratas. Cuesta unos 12$ y es de visita obligada.
Cuando se me cansó el dedo de fotografiar bajé, embarqué en el Maid of Mist y llegó la hora de comer. La noche anterior había visto un info comercial sobre los restaurantes Outback Steackhouse y como una de sus especialidades me llamó la atención fui a visitarlo.
El Outback es una cadena de comida mezcla americana – australiana.
Su entrante más conocido es el Bloomin’ Onion, aunque yo lo llamaría en castellano el gran cebollón. Básicamente es una enorme cebolla partida “en gajos” para que parezca una flor y haciendo un hueco en el centro de la misma ,meten el ramiqui de salsa. Vamos, son como los aros de cebolla pero bien presentados.
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Bloomin' Onion |
Antiguamente esa forma se la daban a mano y no hace falta echarle mucha imaginación para comprender lo tedioso que tenía que ser. Cuando el restaurante triunfó y dado que la necesidad es la madre de la ciencia, fabricaron ellos mismos una máquina para que cumpliese ese cometido, la patentaron y empezó a producirse casi en cadena.
Además pedí una sopa de la casa para entonarme el cuerpo ya que aunque era pleno verano, el salir mojado del barco me destempló un poco.
Como dato curioso en el reportaje comentaron que parte de la gran producción de cebollas venía de España.
Satisfecho me fui a dormir la siesta al B&B.
Por la noche volví a bajar al pueblo (aparcando en el casino) y por más que lo intento no recuerdo donde cené. Deambulé sin rumbo fijo, como me encanta hacer, y fui haciendo fotos.
Por cierto, uno de los negocios más prósperos de la zona son las casas del terror y pequeños museos de cera¿? Hay muchísimas. Supongo que es una atracción muy familiar pero en mi cabeza sólo estaban esas casetas de feria de pueblo que no se si siguen existiendo y que siempre me han parecido muy cutres.
Antes de dejar el coche paré no más de 4 minutos en un sitio prohibido, para hacer una foto. Miré rápidamente a mi alrededor en busca de policías y al no verlos fui raudo a tomarla.
A mi vuelta tenía una bonita multa de 20$ canadienses y ni rastro del policía.

Por la rapidez con la que se desarrolló todo intuyo que estaría escondido en alguna casa del terror o hierático haciéndose pasar por una estatua de cera.
A día de hoy no tengo noticias de la multa y en la empresa de alquiler de coches, al año siguiente, no mencionaron nada.
Al día siguiente me despedí de Joanne y el resto de huéspedes y emprendí mi camino a Nueva York.
Como prometí en la primera parte, voy a comentar mis problemas en la aduana.
De EEUU a Canadá nunca hay problema pero al revés siempre me paran. ¿El motivo?, mi nombre y primer apellido son muy comunes en EEUU y tienen que comprobar uno por uno todos…no lo entiendo. ¿El país que tiene que tener los mejores sistemas informáticos en las aduanas no puede diferenciar poniendo mi segundo apellido? Pues esto me suele demorar una hora u hora y media. Era el año de la histeria por Gripe A y yo no se si le pasa a todo el mundo igual pero yo cuando veo a alguien con mascarilla (los chinos son muy aficionados) no pienso que lo hace porque el piensa que estamos enfermos, pienso que el es el enfermo y me separo todo lo que puedo.
Generalmente te invitan a abandonar el vehículo y entrar en la aduana. Aquí me pidieron que apagase el motor, pusiese las llaves en el salpicadero y dos policías como dos armarios roperos me escoltaron hasta un ascensor. Bien es cierto que allí me dejaron y podía haber intentado escapar pero su intención de acojonar la consiguieron.
Tras una hora rodeado de chinos, pakistaníes, irakies, algún americano y una señora presumiblemente árabe arrastrada entre lágrimas…me dejaron ir a la Gran Manzana.
Fin de la tercera parte.