Lago Tagish |
Saliendo de Carcross en el Yukón (Canadá) y tomando la carretera Klondike Highway Pass llegas a Skagway en el suroeste de Alaska, no sin antes haberte detenido en la aduana para responder a las clásicas preguntas sobre tabaco, vegetales y alcohol.
La carretera en sí ya merece la pena; Mientras discurre a través del Yukón y después British Columbia va paralela a los lagos Tagish, Tutshi, Shallow y Summit y ya en Alaska serpentea de manera descendente por un cañón de altas y verdes montañas (en verano) hasta llegar al pequeño valle que alberga al pueblo.
En sus calles se respira ese ambiente festivo que siempre tienen los lugares turísticos y uno, que se contagia a la mínima oportunidad, se dejó llevar por la fiebre de las compras.
Los grandes cruceros suelen llevar gente deseosa de bajar y mucho dinero que gastar; Quizá por esto 1 de cada 3 tiendas eran joyerías. Las demás, las de siempre: Ropa, souvenirs, restaurantes, artesanía local etc. Allí probé algunas variedades de Fudge, que son como bloques de azúcar cristalizada de diferentes sabores. Incluso para un fanático del dulce como yo…son demasiado empalagosas.
Aparte de disfrutar de las compras y las vistas, el lugar ofrece unas excursiones muy especiales. Por avioneta o helicóptero se pueden visitar glaciares cercanos. Me decanté por este último. Después del pesaje y “el peaje”, que en esta ocasión fue bastante barato en comparación con el trayecto que hicimos de Las Vegas al Gran Cañón un año antes, te dan unas botas para caminar por el glaciar donde metes tus pies con botas o lo que lleves. Cómodo y calentito.
El vuelo fue…espectacular. Según despega, el helicóptero se inclina unos 50º para remontar las montañas y puedo asegurar que la película “Viven” se te pasa por la cabeza en más de una ocasión. Tras reponerte de la impresión inicial empiezas a disfrutar de verdad y a sacar fotos que salen sorprendentemente bien.
Aterrizamos en el Ferebee Glacier. El guía nos recordó la suerte que teníamos al ser un día soleado ya que el día anterior varios vuelos tuvieron que regresar a toda prisa por las inclemencias del tiempo. Nos contó la historia de la zona y nos dejó pasear por los alrededores de la gran superficie helada.
La vuelta transcurrió por otra ruta diferente y además el piloto decidió agradecernos la visita con un picado de aproximación al pueblo más pronunciado de lo normal según confesó más tarde.
El regreso, cañón arriba hasta Haines Junction selló la bonita jornada.